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Psicología clínica

El abordaje de los trastornos psicológicos que pueden surgir en las cuatro etapas vitales se realiza desde un enfoque cognitivo-conductual, el cual aplica los principios de la metodología científica al estudio y tratamiento de la conducta humana, entendiendo ésta de forma global como el conglomerado de pensamientos, sentimientos, comportamientos observables y reacciones fisiológicas que presentan las personas.

El proceso terapéutico se divide en varias fases consecutivas: evaluación, explicación del trastorno/s o conducta/s-problema, establecimiento de los objetivos de intervención y del plan de tratamiento, y seguimiento.

La evaluación tiene como objetivo final la emisión de un diagnóstico y/o análisis funcional y el establecimiento de unos objetivos y plan de tratamiento. Se trata de identificar los factores que se encuentran en el origen y el mantenimiento del problema por el que la persona acude a consulta. Para ello se exploran variables que tienen que ver con el persona explorada (características de personalidad, educación parental, experiencias previas relacionadas con la problemática actual, habilidades sociales y estilo de afrontamiento de los problemas, enfermedades médicas o condición biológica que pudieran estar relacionados con su trastorno, etc.) y de su entorno (familiar, social, académico y/o laboral); las manifestaciones conductuales del trastorno o comportamiento-problema a nivel cognitivo (pensamientos), motor (comportamientos observables), fisiológico y emocional, así como las consecuencias de estas manifestaciones para la persona y su entorno.
Las herramientas empleadas para la evaluación son la entrevista con el paciente y sus familiares (si fuera necesario, con previa autorización del paciente y bajo una estricta confidencialidad), la observación, pruebas de psicodiagnóstico estandarizadas y baremadas, cuestionarios, autoinformes, autorregistros o diarios de conducta. La colaboración del paciente en esta fase es tan esencial como en la fase de tratamiento.

Una vez recogida toda la información necesaria para establecer un diagnóstico o análisis funcional, se procede a explicar al paciente nuestra hipótesis de trabajo acerca de qué es lo que le ocurre y por qué le ocurre, teniendo en cuenta como decíamos los mecanismos que incidieron en el origen del problema y los que hacen que se mantenga en la actualidad. Si el paciente comprende y comparte esta explicación, se consensúan con él los objetivos de tratamiento y el plan de intervención.

La fase de tratamiento implica una participación activa por parte del paciente (y de las personas involucradas en el problema cuando sea posible y necesario), realizando las tareas propuestas por el terapeuta y, en ocasiones, registrando por escrito el desarrollo de esas tareas con la finalidad de obtener una retroalimentación útil tanto para el paciente como para el psicólogo de los avances y dificultades encontrados.

Una vez alcanzados los objetivos propuestos, se pasaría a una fase de seguimiento con el objeto de constatar que se mantienen los objetivos alcanzados y prevenir posibles recaídas.

La fase de evaluación suele requerir de 2 a 3 sesiones de una hora semanal y la fase de tratamiento un mínimo aproximado de 4 sesiones de una hora a la semana hasta 3 ó 6 meses, dependiendo del trastorno y la evolución del paciente. Durante la fase de seguimiento las sesiones se van espaciando desde semanas a meses, dependiendo de la evolución.

Todas las sesiones tienen una duración aproximada de una hora.